Movidas levemente por el aire helado
las ramas cenicientas de los tilos
esperan con paciencia la tibia luz del sol.
Sin duda extrañan los rayos estivales,
la caricia embriagadora de sus flores...
De pie, imponentes y hermosos no se quejan.
No tienen ningún asunto urgente que tratar.
No los inquieta la bolsa de valores o la copa del mundial.
Ellos saben esperar.
Mientras tanto los gorriones agradecen su cobijo
-suave abrigo de corteza-
bajo un cielo que nos deja su alma al descubierto
y la gentil promesa del mejor sueño invernal.
*
A. Alba