El corazón del tiempo es el cambio y el crecimiento. Cada vivencia que despierta en ti enriquece tu alma y profundiza tu memoria. La persona es nómada, viajando de umbral en umbral hacia experiencias distintas. En cada vivencia nueva se despliega una nueva dimensión del alma. No es casual que desde tiempos antiguos se dé por sentado que el ser humano es un vagabundo. Estos viajeros recorrían territorios extraños e ignotos. Pero como dijo Stanislavsky, el director teatral y pensador ruso, "el viaje más largo y emocionante es hacia el interior de uno mismo".
El alma humana contiene bellas potencialidades de crecimiento. Para comprenderlo, podemos concebir la mente como una torre con muchas ventanas. Desgraciadamente, muchas personas permanecen atrapadas delante de una sola ventana. Uno crece cuando se aleja de esa ventana y pasea por la torre interior del alma para volverse hacia las otras ventanas. A través de ellas aparecen nuevas perspectivas de potencialidad, presencia y creatividad. Con frecuencia la insatisfacción, la rutina y la ceguera le impiden a uno percibir su vida. Mucho depende del marco de la visión, es decir, la ventana a través de la cual se mira.
John O'Donohue
Aqui todo conserva el color de los crepúsculos
el color de primaveras tibias frente al lago.
Pintamos lotos blancos en los muros del silencio
y predecimos un futuro esperanzado
en las líneas de las manos.
Avanzamos cada día
con alforjas repletas de semillas.
Somos varios los que aún
continuamos sembrando sin descanso
la tierra fértil del amor
con gestos cotidianos.
*
A. Alba